Publicado: 2019-04-30

 

Hoy, como hace 130 años, celebramos, en el día del trabajo, un reconocimiento formal de las luchas realizadas y los derechos conquistados por los mártires de Chicago, como una expresión simbólica de las luchas que cotidianamente efectúan las personas trabajadoras del mundo.

Estas personas como fuerzas colectivas han construido, en todos los tiempos, obras monumentales de las que la humanidad se enorgullece, por su complejidad, belleza y utilidad. La trabajadora y el trabajador son actores fundamentales en las transformaciones cotidianas y en la transformación del mundo, pero sus creaciones no se limitan a las cosas o las mercancías, sino a los derechos conquistados por la humanidad. La sociedad contemporánea es la sociedad del trabajo.

El crecimiento económico, tecnológico y, en general, los logros alcanzados por las sociedades, han sido por obra física e intelectual de las personas trabajadoras del mundo. Una fuerza que trasciende las cicatrices de la historia, esas fronteras que separan culturas; historias y devenir compartidos. Sin embargo, su importancia no guarda correspondencia con su situación concreta, que paradójicamente en la desigualdad social imperante, los creadores de riquezas, desarrollo y bienestar, engrosan las filas de la pobreza, hambre y miseria, así como también de desempleo, explotación y represión en muchas sociedades.

Vivimos una sociedad del trabajo donde permanentemente es desvirtuada como sociedad del capital o sociedad tecnológica, aun cuando el capital es la rentabilidad del trabajo y la tecnología, la expresión del trabajo colectivo. La desigualdad social ha creado un pensamiento y una ideología que privilegian lo privado, mientras que niegan lo común en una sociedad interdependiente.

El reconocimiento del día del trabajo no celebra la pobreza de los trabajadores, tampoco su supeditación. El día de las y los trabajadores es el día que reforzamos nuestras ilusiones por un futuro de bienestar y paz.

De modo particular, quiero hacer mención que, siendo trabajadores de la función pública estatal, nos reconocemos como ejecutores de una función trascendente que va más allá de la labor cotidiana, somos portadores de un trabajo útil y necesario para la sociedad, por lo público, por lo que es común a todos, pues sin conocimiento no hay progreso, no hay transformación, no hay construcciones por un futuro mejor.

Los logros y prestigio de nuestra Universidad de Costa Rica es una construcción lograda con nuestro trabajo solidario y de quienes nos antecedieron. La UCR es la Institución de nuestro pueblo, es la Universidad que construimos colectivamente.

Dr. Henning Jensen Pennington
Rector, Universidad de Costa Rica
buzon.rectoria@ucr.ac.cr