Opinión del Dr. Henning Jensen: 'Sobre el bien común'


Periódico La Nación, Sábado 14 de setiembre de 2014

Publicado: 2014-09-15

 

 

El Estatuto Orgánico es la carta constitutiva de la Universidad de Costa Rica (UCR), en el que se explicita la autonomía de organización y gobierno que la Constitución Política nos reconoce.

Uno de los artículos, que citamos con frecuencia, define el deber superior de nuestra universidad: contribuir al logro del bien común, y el marco en el cual ha de concretarse: la justicia social, la equidad, el desarrollo integral, la libertad y la independencia de nuestro pueblo. A estas dos últimas condiciones se les añaden los adjetivos “total” y “absoluta”. No cabe, entonces, restricción alguna a la libertad e independencia.

Hay conceptos que, por lo habitual de su uso, los tomamos por dados y conviene evocarlos para renovar su vigencia. ¿Qué se entiende por “bien común”?

Aristóteles fue el que introdujo este concepto en la filosofía política, al afirmar que la vida social requiere un bien común, o sea, un fin que asegure la cohesión de la colectividad más allá de la simple convivencia.

Vivir bien. Ese fin es el vivir bien: la vida en sociedad debe regirse por conductas virtuosas. Un famoso aforismo de Adorno dice que no es posible la vida buena en la vida mala, o, si se prefiere, en condiciones que no permitan alcanzar la felicidad y practicar la justicia, tanto en el plano individual como en el colectivo. En este sentido, hablamos de un sistema de reciprocidades entre las personas y la sociedad: la felicidad individual depende del grado de emancipación de la colectividad.

Este tema está todavía vigente en la filosofía moral contemporánea. Hace poco tiempo, en un discurso que se ha vuelto célebre, Judith Butler retomó el pensamiento de Adorno y se hizo la pregunta: ¿puede uno llevar una vida buena en una vida mala? Sería ilusorio pensar que existe una coincidencia entre los intereses individuales y los sociales. Más bien, entre ellos hay tensiones, pero puede pensarse que el bien de una persona depende de las condiciones generales de posibilidad de ese bien para la comunidad.

El Estatuto Orgánico de la UCR no entiende el bien común en términos abstractos. Quienes lo redactaron, indicaron también las vías de realización del bien común, entre ellas la búsqueda de la verdad y la belleza, el respeto a las diferencias, la tolerancia, y la conciencia creativa y crítica, entre otras.

Institución excepcional. Nuestra universidad es una institución excepcional: sus proyectos en docencia, investigación y acción social se extienden por todo el país, y no existe un cantón en el cual no esté presente. Esta es la expresión de su consecuente compromiso social y la reafirmación de que el mercado no debe definir la naturaleza ni las aspiraciones de la vida académica.

Muchas personas han señalado que la colusión entre el Estado y el mercado desgasta los lazos de solidaridad. Una de las más poderosas fuentes de inspiración del quehacer de la UCR es el principio de gratuidad, el cual fue tempranamente articulado por Luis Galdames, y se materializa hoy en día en una enorme cantidad de sus proyectos.

Además, hemos de tomar en cuenta el principio de participación en el destino de la comunidad, es decir, que somos y nos legitimamos en virtud de la sintonía de nuestros propósitos con las expectativas y esperanzas de la población costarricense, la cual debe exigirnos los más grandes esfuerzos. Esta sintonía es una comunión de voluntades e intereses. Nuestra visión de “universidad” se construye colectivamente mediante el diálogo y la cooperación.

Hace poco tiempo tuvimos un vibrante ejemplo de los resultados a los que nos llevan la cooperación, el trabajo en conjunto y la mística. Nuestro equipo nacional masculino de fútbol nos dio una muestra de lo que podemos lograr mediante la cooperación. Si actuáramos así en todos los ámbitos de nuestra vida social, seríamos un país diferente.

Educación y aprendizaje. La cultura humana tiene rasgos que le son únicos. Entre ellos se encuentra la evolución cultural acumulativa, basada en la educación y el aprendizaje, no solo en la genética. Ninguna nueva generación de seres humanos empieza desde cero: nosotros ya conocemos la Teoría General y Especial de la Relatividad o la Teoría de Juegos. O sea, construimos sobre las experiencias de las generaciones anteriores.

Los seres humanos creamos y renovamos las instituciones sociales: conjuntos de normas recíprocamente reconocidas que regulan nuestra vida social.

Estos rasgos se edifican a partir de un conjunto de habilidades y motivaciones propias de la humanidad. Michael Tomasello, uno de los más importantes investigadores de la evolución humana, ha dicho que estas formas únicas de cooperación son posibilitadas por una “intencionalidad compartida”, es decir, la capacidad de crear con otras personas intenciones y compromisos comunes en actividades cooperativas.

Intencionalidad compartida. Es esta intencionalidad compartida la que vimos en nuestros futbolistas y debemos resaltar en nuestras aspiraciones nacionales e institucionales. La UCR es próspera y nuestro país puede serlo cada vez más, pero no debemos ignorar las amenazas que se ciernen sobre ellos.

Pensemos en el equilibrio entre el interés individual y el general. No es fácil lograrlo, pero, una vez conquistado, resulta una garantía para la bonanza colectiva y el bienestar personal.

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